Ante la reciente noticia del
fallecimiento del escribano Néstor Onsari, presidente del Instituto Histórico
Municipal de Lomas de Zamora y destacado investigador y publicista de la
historia de la comarca sur del Riachuelo de los Navíos, viene a mi memoria,
como un rápido reflejo verbal, aquello
que un ministro nacional le escribió a César Adrogué, con motivo de la muerte
de su padre, don Esteban: cualquier palabra que pudiera yo expresarle en
este momento, sería inferior al motivo…
Más allá del afecto amical y del respeto
intelectual que su figura despertaba en mi ánimo desde hace más de treinta años
(y que el paso del tiempo contribuyó a aumentar), mi primera reflexión, de
profundis, desde la hondura de la pena, es la certeza de que Néstor deja un
vacío en la tarea, siempre ardua, de preservar, difundir y defender la memoria
histórica del partido de Lomas de Zamora y su patrimonio edificado. Un vacío
que será virtualmente imposible de completar; al menos no del mismo modo ni con
el mismo sello personalísimo que él le imprimía a la materia, con su carácter
vehemente, con su personalidad ya casi consular en el medio local, y con sus
aquilatadas filiaciones masónicas que él supo honrar como un legado ancestral.
Ahora que su patria es el infinito
espacio del recuerdo, comienza para sus amigos y colegas, la tarea de evocarlo
con justeza, de rescatar sus muchos escritos (tantísimos inéditos) y de valorar
su herencia intelectual y humana.
Y como solía abreviarse en la antigua
epigrafía sepulcral cristiana, tan amigable respecto de las tradiciones
esotéricas masónicas, para el escribano Onsari, para nuestro amigo Néstor
decimos: L.AE.L.E…Lux Aeterna Lucet Eius… (y yo sé que,
dondequiera que esté ahora, disfrutará este latinazgo…).
oadm
28-IV-2016