Quienes frecuentamos el estudio del patrimonio funerario argentino
apreciamos el valor informativo de las placas adosadas a los monumentos
sepulcrales y sus textos epigráficos. El vasto repertorio de estos últimos
recorre, desde la elegía pagana hasta la plegaria cristiana, desde el homenaje
institucional hasta la evocación intimista, desde el desconsuelo hasta la
esperanza, desde el laconismo de una simple línea hasta la profusión de versos,
desde el ditirambo patriótico hasta la gratitud filantrópica. Somos bien
conscientes de que este rico registro de los usos funerarios, sus discursos, y
sus estéticas asociadas ofrece, todavía, un campo de investigación con escaso
desarrollo. Falta entre nosotros una “Monumenta epigráfica” argentina.
Quizá la habrá, algún día.
Entre la inmensa profusión de textos epigráficos y motivos iconográficos,
hallamos una rareza en el Cementerio de la Recoleta. Se trata de una placa cuyo
contenido textual e iconográfico podríamos catalogar como “patrimonialista”.
La pieza se halla adosada a la parte posterior de la bóveda de Tomás Santa
Coloma y tributa un homenaje póstumo a su hijo, Federico Santa Coloma Brandsen,
a dos años de su fallecimiento. Dice:
“Consagró su vida a la rememoración y conservación del pasado. Fue
entusiasta gestor de la Ley 11688 que declaró monumento nacional al Cabildo de
Buenos Aires. Comisión de homenaje a Federico Santa Coloma Brandsen. Octubre 28
de 1878- junio 29 de 1939.
Junio 29 de 1941”.
La placa fue realizada por la casa Gotuzzo
y Piana. Un medallón, en el ángulo superior izquierdo, trae la efigie del
homenajeado, sostenida entre el follaje de un frondoso roble. Como fondo del
texto principal, se ha modelado un estupendo relieve del edificio del Cabildo
de Buenos Aires, con su apariencia original, previa al cercenamiento de sus
arquerías, y previa a la restauración cumplida por el Arq. Mario J. Buschiazzo.
Es decir, el edificio luce su torre auténtica con su reloj (ni la torre postiza
de Benoit ni la torre ajustada de Buschiazzo) y sus cinco arcos a cada lado del
imafronte central, que, también, conserva el escudo nacional que aparece en la
acuarela (1829) y el daguerrotipo (1852) de Carlos Enrique Pellegrini. Un sol
de Mayo, con rayos rectos y flamígeros alternados asoma por detrás del ala
derecha.
Como quedó dicho, la placa se orienta en
un marcado sentido “patrimonialista”, al resaltar como atributo dominante del
homenajeado, su consagración a la historia (en su doble aspecto rememorativo y
conservativo) y su gestión a favor de la Ley 11688 que declaró al Cabildo
porteño como monumento nacional en el año 1933, vale decir aún antes de la
creación de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares
Históricos.
Respecto de esta cuestión de la Ley 11688,
vale la pena hacer alguna precisión, toda vez que dicha norma es comúnmente
atribuida a la sola iniciativa del diputado Carlos Alberto Pueyrredon[1] y se omite a Santa Coloma Brandsen. En efecto, el 14 de setiembre de 1932,
Pueyrredon presentó ante la Cámara de Diputados un proyecto de ley de cuatro
artículos de fondo y uno de forma, declarando monumento nacional al Cabildo
(con exclusión de los locales de sus fondos, sobre la Av. de Mayo, hoy
restaurados y sede de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares
Históricos) y propiciando su “restauración”. También se creaba, en la sede del
Cabildo, una sección específica del Museo Histórico Nacional, con colecciones
de la época colonial, invasiones inglesas, Revolución de Mayo e Independencia.
El texto del proyecto traía algunos
defectos históricos y técnico- conceptuales. Por ejemplo, la “restauración”
mencionada solo podía alcanzar a las salas capitulares pero no así a la torre,
porque ya entonces había sido demolida y, en su caso, sólo cabía una reconstrucción[2]. Por otra parte, el acopio de colecciones museables
que propiciaba el proyecto iba a ser más sistemáticamente organizado más tarde,
cuando se creara el Museo del Cabildo y de la Revolución de Mayo en la sede del
monumento, en noviembre de 1939.
El proyecto de Ley fue corregido,
sancionado en ambas Cámaras, y promulgado por el Poder Ejecutivo en mayo de
1933. Pero subsiste el interrogante: ¿quién era Santa Coloma Brandsen? Al
momento de gestarse y aprobarse la Ley 11.688 se desempeñaba como director del
Museo Histórico Nacional. Curiosamente, su padre, don Tomás Santa Coloma (cuyo
nombre ostenta la bóveda en la Recoleta), a la sazón presidente del Club
Gimnasia y Esgrima, había dirigido en 1891 una nota al Consejo Deliberante, a
favor de la conservación del Cabildo. Consecuencia de esta presentación fue la
integración de una Comisión a la cual se le encomendó el estudio y la
resolución de la conservación y restauración de la Sala de Audiencias del
Cabildo. La componían Bartolomé Mitre, Andrés Lamas, Francisco P. Moreno,
Fermín Rodríguez y el mismo Tomás Santa Coloma. Pero una enfermedad de Mitre y
la muerte de Lamas causaron la disolución de la Comisión[3].
Federico Santa Coloma Brandsen fue quien
salvó al histórico Cabildo de una inminente demolición resuelta en 1932 por la
Municipalidad, para levantar en su terreno una nueva construcción. Santa
Coloma, al frente del Museo Histórico Nacional, como antes señalamos, tomó la
iniciativa y desplegó una intensa campaña de prensa y de opinión, visitó diarios
e instituciones académicas y culturales, logró audiencias con el intendente
Romulo Naón, con el Ministro de Educación, con el presidente Justo, con
legisladores... Hasta llevó un escrupuloso “diario”, anotando estas gestiones.
El historiador Enrique De Gandía, como justiciero homenaje, relató en detalle,
la “batalla por el Cabildo”[4] de este patriota, cuya acción fue “incansable
y llena de fervor” y despertó un inusitado sentimiento patriótico en Buenos
Aires y también en el interior. No sólo detuvo la demolición del edificio
movilizando a la opinión pública, y a los especialistas, sino que organizó el
necesario “lobby” parlamentario para la aprobación del proyecto del
diputado Pueyrredon, incluso cuando éste debió ausentarse en viaje a Europa.
Quizá Santa Coloma debió ocupar un asiento
en el primer cuerpo colegiado de la Comisión Nacional de Monumentos, en 1938,
pero todo indica que su salud no era robusta para entonces. Falleció el 29 de
junio de 1939.
En suma, la memoria funeraria rescata, a
través del texto epigráfico y su iconográfia asociada, a uno de los pioneros de
la disciplina patrimonialista en la Argentina, cuyo reconocimiento aún no
alcanza la medida de su mérito en los anales de la preservación monumental.
[1] Vide, por ejemplo, discurso del Dr. Ricardo
Levene en la inauguración de las Salas Capitulares ya restauradas, 11 de
noviembre de 1939 (Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares
Históricos, “Restauración de las Salas Capitulares”, Buenos Aires, Imprenta
de la Universidad, 1940 pág 12).
En igual sentido, una nota relativa a “La obra de la Comisión Nacional
de Museos y Monumentos Históricos”, preparada por Mario J. Buschiazzo (“La
Prensa”, 3 de noviembre de 1968), omite por completo la iniciativa de Santa
Coloma de Brandsen.
[2] cfr. Julián A. Vilardi, “El Cabildo de la
Ciudad de Buenos Aires”. Buenos Aires, edición del autor, 1949, pág 58.
[3] cfr. Julián A. Vilardi, ob.cit., págs 15 a 18.
[4] cfr. Enrique De Gandía, “Federico Santa
Coloma y la Batalla por el Cabildo”, en Boletín del Museo Social Argentino,
Año XLIX, Entrega 351, abril-mayo-junio 1972, págs. 193-204.
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